NUESTRO REGALO DE REYES: UN CUENTO DE NAVIDAD.
Antes de que esta noche lleguen los Reyes Magos, queremos dejar a todos nuestros seguidores un regalo muy especial: nuestro cuento de Navidad.
Por supuesto, nuestro regalo es, además, un cuento de mediación. Esperamos que se lo leáis a vuestros hijos, alumnos, sobrinos…
Y, sobre todo, deseamos que con él podáis seguir diciendo: ¿Hacemos las paces?
EL REPARTO DE LAS CARTAS:
UNA MEDIACIÓN ENTRE PAPÁ NOEL Y LOS REYES MAGOS
Hace mucho, pero que mucho tiempo, los Reyes Magos y Papá Noel no conseguían ponerse de acuerdo en algo muy importante: quién debía llevar los regalos de Navidad a cada niño del mundo.
Empezó una lucha entre ellos que cada vez iba a peor. Hasta que hubo un año en el que se pasaron tanto tiempo discutiendo que, cuando estaba a punto de llegar la Navidad, ninguno de ellos tenía preparados los regalos.
¡Iba a ser una catástrofe! ¡Los niños no encontrarían sus regalos bajo el árbol o junto a la chimenea esa Navidad!
Tuvieron que pedir ayuda al Ratoncito Pérez. El ratón les echó una mano para que todos los regalos estuvieran listos a tiempo para cargarlos en el trineo o en los camellos. Y, además, quiso ayudarles a hacer las paces.
Ratoncito Pérez hizo de mediador y les ayudo a hablar entre ellos y a escucharse y a entenderse.
Aunque al principio parecía que lo único que importaba a Melchor, Gaspar, Baltasar y Papá Noel era ser el favorito de los niños; al final descubrieron que para todos era más importante mantener la ilusión de los niños, que ninguno se quedará sin regalos y, además, tener un poquito menos de trabajo.
Por eso llegaron a un acuerdo que a todos les pareció estupendo: a partir de entonces, se dejarían de rivalidades y repartirían todas las cartas entre ellos, la mitad para los tres reyes y la otra mitad para Papá Noel.
Todo fue como la seda durante un montón de años. Todos los niños del mundo recibían a tiempo sus regalos y los Reyes Magos y Papá Noel celebraban tras cada Navidad que todo había salido perfectamente.
Y, por supuesto, nunca se olvidaban de invitar a su celebración a su querido mediador, el Ratoncito Pérez.
Pero, cuando todo parecía ir como la seda…
Sin embargo, el año pasado surgió un grave problema. Cuando los reyes Magos y Papá Noel se reunieron para repartirse las cartas, resultó que ese año eran impares. ¡Sobraba una!
No sabían qué hacer con aquella carta. Todos querían quedarse con ella.
De repente, parecía que aquella carta era lo más importante del mundo. En el fondo, los Reyes Magos y Papá Noel seguían siendo un poco orgullosos y egoístas y todos querían ser un poquito más importantes que los otros y repartir algún regalo más.
Se les ocurrieron varias ideas: echarlo a suertes, hacer turnos por si el año siguiente las cartas volvían a ser impares, dársela al Ratoncito Pérez y que se ocupara él…
Pero nada, ninguna propuesta les parecía bien a todos. Así que al final acabaron discutiendo.
De la discusión pasaron a la pelea. Y al final, pasó lo peor: Papá Noel y Baltasar se pusieron a tirar cada uno de una esquina de la carta y ¡la carta se rompió!
Entonces se hizo un gran silencio. Todos estaban muy asustados. Melchor reunió los trozos de la carta y los cuatro se acercaron a leerla.
Era una carta de un niño muy pequeño, que casi no sabía escribir. Por eso con letras muy grandotas y temblorosas, había escrito una sola palabra: PAZ.
PAZ.
Los Reyes Magos y Papá Noel entendieron de repente qué era lo más importante de todo: cumplir el deseo de ese niño. Daba igual quién lo hiciera posible.
Pero había un problema: por mucha magia que ellos fueran capaces de hacer, nunca sería suficiente para convencer a todos los habitantes del mundo, niños y mayores, de que hicieran las paces.
– Es imposible cumplir este deseo. – se lamentó Papá Noel.
-Lo sé, pero se me ocurre algo. -dijo Gaspar- ¿Qué os parece si empezamos por hacer las paces nosotros cuatro? La paz en todo el mundo no podemos lograrla sin ayuda, pero podemos aportar nuestro granito de arena, ¿no?
Y eso hicieron, se pusieron manos a la obra a preparar los regalos para esa Navidad y dejaron de pelearse.
Y os preguntaréis: ¿Y qué le regalaron a aquel niño?
Pues le encargaron al ratoncito Pérez, que además de ser mediador era escritor, que escribiera este cuento contando su historia.
A aquel niño le dejaron una copia especialmente dedicada por todos ellos dándole las gracias por haberles ayudado a darse cuenta de lo que era verdaderamente importante.
Y, además, para empezar a cumplir su deseo, dejaron copias del cuento en todos los hogares del mundo aquella Navidad.
Así, todos los niños del mundo podrían aprender a llevarse bien y a hacer las paces.
Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Loreto Reyna Carrascosa (5/1/2017). Nuestro regalo de Navidad: un cuento. Asociación ¿Hacemos las paces?