El perdón cuando se automatiza puede que  quede vacío de contenido.

Pedir perdón

Pedir perdón

«- Agarra el plato y tíralo al suelo.

– Listo

– ¿Se rompió?

– Sí.

– Ahora pídele perdón.

– Perdón.

– ¿Volvió a estar como antes?

– No.

– ¿Entendiste?»

Esta breve historia muestra que cuando actuamos y causamos a otra persona un daño probablemente no podamos volver al punto de partida. El único camino que se acerca es el de pedir perdón e intentar hacer algo por la persona a la que se ha molestado.

Suele ser habitual cuando hacemos algo mal pedir disculpas, utilizamos siempre la palabra «perdón». Esa idea se la transmitimos desde pequeños a los niños, de tal manera que puede que se quede vacía. Es necesario, que desde el principio, la llenemos de contenido, que vayamos más allá.

Disculparse supone reconocer que hemos hecho algo que puede molestar a otra persona; que lo sentimos y que se lo decimos. No hay que pararse ahí, hay que dar un paso más. ¿Por qué no preguntar que puedo hacer para que te sientas mejor? Esta sería la forma de cerrar el círculo.

Cuando se habla de perdón no nos podemos olvidar que igual de importante es pedirlo como darlo. En estos casos se debe echar mano de la empatía y ponerse en el lugar del otro, tanto del que lo solicita como del que lo recibe. Hay mezcla de emociones (tristeza, enfado, ira..) y lo que cuenta es que las reconozcamos y seamos capaces de gestionarlas para que la situación no degenere en un conflicto mayor.

Desde pequeños hay que trabajar la importancia de pedir y dar perdón, no dejar que se convierta en una fórmula sin contenido, sino buscar una forma de hacer sentir mejor al perjudicado. Ver imagen.

Tiene mucho valor decir lo siento y tratar de paliar lo que hicimos mal. 

Carmen Iborra (2015) ¿Hacemos las paces?

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